San Juan de Ortega, algo más que un monasterio.
Hablar del Monasterio de San Juan de Ortega es hablar de una parada imprescindible en el Camino de Santiago al que está vinculado desde sus orígenes en el siglo XI.
Juan de Quintanaortuño, seguidor de Santo Domingo de la Calzada construyó en un paraje deshabitado en los Montes de Oca una Capilla dedicada a San Nicolás y allí se retiró a hacer penitencia.
Dedicó entonces su vida a la ruta jacobea y realizó nuevos tramos de calza y construyó algunos puentes para facilitar el trayecto a los peregrinos. De ahí le vendrá después su acogimiento por Aparejadores y arquitectos como patrono.
A su muerte, los restos de Juan de Quintanaortuño fueron trasladados a su capilla de San Nicolás desde donde con el paso del tiempo se fue extendiendo la fama de su santidad y fue el pueblo, los peregrinos y los devotos, quienes poco a poco fueron adoptando para el Monasterio el nombre de San Juan de Ortega.
A su muerte, los restos de Juan de Quintanaortuño fueron trasladados a su capilla de San Nicolás desde donde con el paso del tiempo se fue extendiendo la fama de su santidad y fue el pueblo, los peregrinos y los devotos, quienes poco a poco fueron adoptando para el Monasterio el nombre de San Juan de Ortega.
A los dominicos, primeros moradores del monasterio, les siguieron los jerónimos, a quienes hay que agradecer la reforma y ampliación de San Juan de Ortega que llegó incluso a ser visitado por la Reina Isabel la Católica quien viajó hasta allí para ponerse el cilicio del santo que, según cuentan, curaba la esterilidad.
La desamortización del XIX no pasó por alto el Monasterio de San Juan de Ortega y dejó también en él su huella a pesar de la cual, tiempo después, en 1931 fue declarado Monumento Nacional. Años más tarde, con motivo del octavo centenario de la muerte del Santo en el año 1963, se proyecta su restauración que incluyó la construcción de una cripta bajo el templo a la que se trasladó inicialmente el sepulcro del Santo colocando a la vez el baldaquino en el centro de su crucero.
A lo largo de los siglos se ha mantenido una gran devoción a San Juan de Ortega que se pone de manifiesto de un modo especial cada dos de junio.
Ya en el Siglo XVI el cronista José de Sigüenza relata que «el día de la fiesta de San Juan de Ortega se celebra con el mayor concurso de gente que se ve en toda España en fiesta de algún santo. Concurren allí de los pueblos de toda la comarca, que algunos vienen a mas de siete leguas, mas de ciento y veinte cruces, espectáculo admirable que no se i en Europa ay cosa semejante. La fe y el hervor es admirable porque jamas fue parte para enfriarla ni las aguas, ni los fríos, ni otro infortunio, que a dos de junio en aquella tierra fría no faltan y otras veces hace extremado calor y ni lo uno ni lo otro esporula la devoción».
Pueden dar fe de ello, cinco siglos después, los cientos de Aparejadores y Arquitectos Técnicos que cada año, desde que en 1971 fuese nombrado su patrono San Juan de Ortega, acuden al santuario.
Otras dos fechas concentran a una gran cantidad de personas en el Monasterio de San Juan de Ortega. Los días 21 de marzo y 22 de septiembre que coinciden con los dos equinocios y en los que a las cinto de la tarde los rayos de sol entran por un vano e iluminan directamente un capitel románico interior ubicado en la parte interior del ábside septentrional que está dedicado al ciclo de la Anunciación, Visitación y Nacimiento sobre el que la luz va pasando lentamente de una escena a otra.
cuatro ovejas.
La Iglesia del Monasterio tiene planta de tres naves, de un solo tramo, crucero destacado y tres capillas en la cabecera. El proyecto original se atribuye al propio San Juan de Ortega en el siglo XII aunque en esta época y en estilo románico sólo se construyó hasta el crucero siendo ampliado a mediados del siglo XV por el obispo Alonso de Cartagena con un tramo de naves. Es por ello que aunque el planteamiento del edificio es románico, en altura se advierte el cambio de estilo al encontrarnos un crucero cubierto con bóvedas de nervios. Además en las naves ya está claramente definido el gótico del siglo XV con su abovedamiento y coro alto que se prolonga con un alfarje mudéjar de madera
Dentro de la arquitectura de la Iglesia de San Juan de Ortega hay que destacar los capiteles románicos de última época, algunos incluso con detalles típicos del protogótico castellano que podría haber surgido en este templo por ser un punto avanzado del Camino de Santiago.
De entre todos los capiteles, el que concentra la atención de los visitantes es el triple capitel que se encuentra en el ábside septentrional en el que se desarrolla una secuencia con las tres escenas del denominado ciclo de la Navidad, Anunciación, Visitación y Nacimiento y sobre el que se posa un rayo de sol cada equinocio a las cinco de la tarde.
Con un estilo naturalista de gran elocuencia descriptiva a la izquierda de este capitel aparece la Anunciación con el Arcángel Gabriel arrodillado ante María. A la derecha se representa la Visitación de la Virgen a su prima Santa Isabel con quien se funde en un abrazo. Y en el centro la culminación de este ciclo, el Nacimiento, que se muestra con numerosos detalles: María con actitud doliente, Jesús en el pesebre junto a la mula y el buey, y José, adormecido y recibiendo en sueños el mensaje de un ángel. Termina el ciclo con una alusión al anuncio a los pastores representando, por las limitaciones de espació, tan solo a uno de ellos y cuatro ovejas.
Si el lugar donde descansan las reliquias del santo venerado es uno de los puntos de interés de todo Santuario, en este caso este interés se multiplica ya que San Juan de Ortega tuvo cuatro sepulcros que por una parte ennoblecían el lugar y por otra servían para confundir a posibles saqueadores de reliquias.
El que realmente contiene sus restos es un arca de piedra sin labrar (que se ubica actualmente en la cripta construida en la restauración de 1963). Además existe un sarcófago románico de la segunda mitad del siglo XII sobre el que en su día hubo uno de madera policromada que desapareció. En la tapa de este sepulcro puede verse la representación de la muerte del santo con su cuerpo yacente y, entre nubes, dos ángeles portando su alma.
Ya en el siglo XV se erigió un gran baldaquino gótico realizado con piedra de Briviesca y con una imagen yacente de San Juan de Ortega en fino alabastro. Además en los costados del basamento se representan seis relieves con algunos de los milagros atribuidos al santo.
Rodeando por tanto la base del baldaquino descubrimos a Juan de Quintanaortuño rezando a San Nicolás en un temporal cuando volvía en barco de una peregrinación a Jerusalém y consiguiendo calmar las aguas.
También se le atribuye haber resucitado a un pobre sobre el que pasó una carreta que trabajaba en la construcción de un puente y, en varias ocasiones, se relaciona a San Juan de Ortega con la recuperación de la vista y curación de la ceguera e incluso en otra escena se pone de manifiesto el «milagro del pan» similar al de las bodas de Caná pero con alimento para los numerosos peregrinos jacobeos que pasaban por el Santuario.
Son numerosos los milagros que, según la tradición, se han llevado a cabo ante el sepulcro del Santo así como la creencia de que el cilicio del santo curaba la esterilidad de las mujeres pero sin duda, uno de los milagros más conocidos es el ocurrido precisamente tras la construcción del baldaquino. En aquel momento los restos de San Juan de Ortega se ubicaban en la capilla de San Nicolás y al querer trasladarlos a la iglesia principal esta se llenó de pequeñas abejas blancas y un olor divino.
Diseñada por el santo de Quintanaortuño. A la capilla de San Nicolás se accede a través de una envejecida verja de hierro y, una vez dentro, preside la estancia un retablo barroco de mediados del siglo XVIII que es relicario de San Nicolás de Bari cuyas reliquias llevó allí San Juan de Ortega tras ser salvado por su intercesión de morir ahogado en el mar.
De gran sobriedad arquitectónica con dos alturas y arcos de medio punto en sus cuatro lados y, tras ellos, galerías a donde, en su día, daban las celdas de los monjes.
Además alrededor del claustro, que comunica con la iglesia y con la capilla, se desarrollan una serie de dependencias monásticas como la Sala Capitular, el refectorio… que actualmente se encuentran sin uso.
Actualmente el Monasterio de San Juan contiene, como a lo largo de toda su historia, un albergue de peregrinos.
En un futuro podría añadirse a ello un centro de convenciones, con salas de reunión y alojamiento, recuperando para el uso una parte importante de este lugar, pero esto, de momento, es solo un sueño de quienes llevan el Santuario en el corazón y quieren que recobre su antiguo esplendor.
Desde el claustro por el que un día pasearon los monjes jerónimos la imaginación es capaz de diseñar lo que ya se ha plasmado en varios proyectos de futuro para el Monasterio, uno de ellos realizado por el Colegio de Aparejadores y Arquitectos Técnicos, que todavía permanecen sobre el papel de los planos a la espera de presupuesto y sobre todo de decisión de las administraciones competentes.